- Durante casi dos décadas sufrió los malos tratos de su padre en un islote
- 'Me dijo que no tenía que decírselo a nadie. Me quedé con miedo', admite
- 'Quiero volver a casa. En la ciudad no me gusta vivir, allí me siento mejor'

Sandra, que ahora tiene 29 años, relató al diario 'Folha de S. Paulo' cómo era la relación con su padre, José Agostinho Bispo Pereira, de 54. Un campesino cuya historia recuerda a la del austriaco Josef Fritzl y que fue arrestado este martes tras comprobar la Policía Civil la situación en que vivían la joven y los hijos-nietos en un poblado llamado Experimento, junto a la ciudad de Pinheiro.
Los abusos comenzaron cuando Sandra tenía sólo 12 años, siete después de que su madre dejara la familia. La niña ni siquiera había tenido aún su primera menstruación. "Me dijo [mi padre] que iba a hacer un servicio y que no tenía que decírselo a nadie", explicó. "Me quedé con miedo de decirlo y de que él hiciera cualquier cosa".
El primero de los hijos-nietos nació en plena adolescencia de Sandra, a los 15 años, y tras ese parto llegaron otros seis. El último, hace sólo dos meses: un bebé que fue dado en adopción a un pariente.
Antes de que intervinieran los agentes, sólo el mayor de los descendientes -de 13 años- recibía una educación en el colegio con los 60 reales (unos 33 dólares) del programa gubernamental Bolsa Familia, el único ingreso que llegaba cada mes al hogar.
'Quiero volver a casa'
Acabado ya el cautiverio, Sandra y los menores -a excepción del bebé- esperan una nueva vida con ayuda psicológica y material de las autoridades locales. Después de años de "abandono y penuria", como describió su situación una delegada de policía, las víctimas de los abusos de José Agostinho están por fin recibiendo alimentación, higiene y ropa limpia.La joven no teme las consecuencias del proceso contra su padre, acusado de abandono material e intelectual, malos tratos y mantenimiento de una "cárcel privada". "Siempre le dije que fuera a buscar [otra] mujer fuera", explicó.
Más que el castigo a su progenitor, lo que realmente le preocupa es el estado de sus hijos. "Me quedo aquí hasta el día que quieran [las autoridades] pero siempre con los niños. Hasta a mi bebé lo quiero de vuelta", reclamó entre lágrimas.
Si lo consigue, Sandra sólo pretende que le dejen regresar de nuevo a su islote, incluso con el recuerdo de 17 años de abusos: "Quiero volver a mi casa. Aquí en la ciudad no me gusta vivir, allí me siento mejor".
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