- El entusiasmo de los sudafricanos por el torneo choca con la escasa presencia de aficionados extranjeros en Ciudad del Cabo

importante del torneo, por detrás de Johannesburgo. Mucha policía, mucho voluntario -voluntariosos, poco más- y mucha bandera y fotografía. Pero, ¿dónde está la gente?
Aquí no, desde luego, al menos no en el número y en la presencia que se le supone a un Mundial. La ciudad más turística de Sudáfrica, una preciosidad bañada por dos océanos y mecida por muchos vientos, sobrevive de momento a lo que se suponía una especie de invasión, tasada por el Gobierno en unos 500.000 visitantes. Nada de eso. Rebuscando en el Waterfront, una especie de centro comercial con puerto, tiendas, restaurantes, artistas callejeros y un Jabulani (el balón del campeonato) gigante que lleva una cuenta atrás, apenas se encuentran un par de grupos. Uno de mexicanos, haciéndole el reportaje a un cámara de televisión que ya se veía sin él (sin el reportaje, se entiende). Sentados en la terraza de un italiano, el grupo, una decena de personas, con pinta de querer terminarse toda la cerveza del local (Peroni, italiana, para más señas) se arranca por rancheras, saludadas con júbilo por los lugareños, muy entusiastas, eso sí, con el Mundial.
Porque sí, es evidente que cualquiera que viva en este mundo y llegue estos días a Ciudad del Cabo sabe que hay un Mundial, y desde el mismo aeropuerto hasta los bares y los balcones de las casas tienen banderas colgadas. En las publicidades, no hay otra cosa. Y los carteles de señalización también lo recuerdan. Pero en la calle no se ven masas de colores como las que tomaron las ciudades alemanas hace cuatro años. El otro grupo que había, dicho queda, es el de los uruguayos, otra decena más o menos (su selección debuta aquí ante Francia, el viernes), pero de ahí en adelante, algún argentino despistado, un americano por allí, un japonés por allá (vaya usted a saber si el japonés ha venido por el Mundial o no)... Y muy poco más.
Por eso, entre otras cosas, los reventas, que ya se dejan ver discretamente en los alrededores del precioso estadio Green Point, se temen lo peor. Cuando las entradas salieron a la venta para el público de aquí hubo larguísimas colas, avalanchas y disturbios, todo con la esperanza de hacer negocio, según cuentan los que llevan tiempo viviendo aquí. Pues bien, entre que el precio que piden es desorbitado, y que de momento esto tiene muy poco color extranjero, quizá muchos de esos billetes se queden en los bolsillos de sus dueños. Quedan 48 horas para que arranque el Mundial en Ciudad del Cabo, y o mucho cambia la historia o aquí van a estar en familia. Al menos hasta que llegue Inglaterra, el día 18. Los vuelos de British Airways vienen repletos estos días. Ahí sí que no hay billetes.
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